Un simple mensaje por chat

Resultados de un improvisado experimento social que me enseñó más de comunicación que 20 años de oficio.

Talk2U
6 min readMay 13, 2021

Por Nico Ferrario
CEO & Founder
Nico@talk2u.org

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[Hay dos formas de leer este artículo. La primera es de principio a fin. La segunda es ir directamente a la parte de Resultados e ir imaginando de qué se trata el experimento a medida que vas leyendo las conclusiones. Creo que más o menos en el segundo párrafo ya lo vas a poder descifrar con cierta precisión. Mi recomendación: No hay recomendación.]

DE PRINCIPIO…

Cinco de la tarde de un jueves cualquiera en Buenos Aires. Estoy solo en la oficina con todas las puertas y ventanas abiertas para que circule el aire, cuando la campanita del mail me avisa que tengo una video llamada programada con dos biólogas brasileñas, científicas, especialistas en cambio climático que forman parte de Amazon on fire (proyecto nuevo). Suelen ser reuniones geniales, donde aprendo y hago un esfuerzo enorme por no decir ninguna pavada. Feliz por el plan, preparo mate y entro a la reunión.

Nos conocemos hace varios meses y si bien no tenemos una relación de amistad, el vínculo con las dos es muy bueno. Cada encuentro suele arrancar con un poco de charla distendida, tratando de descubrir un poco más la vida del otro. Pero esta vez fue diferente. La segunda ola de COVID estaba golpeando fuerte en Brasil, principalmente en el norte, y una de ellas, que venía de visitar a su madre en el hospital, no pudo contener el dolor y se quebró en un llanto tan profundo que fue difícil continuar con lo programado.

Antes de despedirnos, y con el compromiso de volver a charlar mañana sobre los temas pendientes, me dice: ¨Perdón por todo esto, y gracias por preguntar¨. ¿Preguntar?, pensé yo. Para ser sinceros, lo único que había dicho era ¿Cómo está todo por ahí?, y nada más. Mi intención no estaba ni cerca de ser una búsqueda tan íntima como todo lo que ella terminó exteriorizando. Ojo, me encantó lo que pasó, y me hizo sentir muy bien. Y a ella también. Pero nunca pensé que esa simple pregunta iba a generar semejante revolución emocional. Bienvenidas sean las emociones.

Si bien mi pasaporte dice Argentino, gran parte de mi vida está en Brasil. Amigos, familia y colegas con los que trabajo a diario viven en Brasil. Entre ellos Camilo, Digital Communication Specialist de Unicef BR quien, de tanto hacer videollamadas, terminó presentándome a toda su familia. Sus dos hijos, por ejemplo, saludan cuando pasan por la pantalla del zoom y de vez en cuando cruzamos algunas palabras. Para ellos soy ¨O tío que fala espanhol ¨ (el que habla español) y vive en Buenos Aires. Pero la verdad es que, más allá de algún que otro encuentro presencial cuando coincidimos de ciudad, mi relación con Camilo siempre se limitó a cuestiones laborales.

Después de ese shock emocional que había vivido en la última reunión del día, y un poco angustiado por la situación pandémica que pasaba Brasil, me pareció que podía ir un paso más allá en nuestra relación laboral y le mandé un mensaje 100% personal a Camilo. Ya era de noche en la oficina y sin pensar demasiado, mientras metía la computadora en la mochila, agarré el celular y le grabé un audio que decía algo así como: ¨Hoy hablamos mucho durante el día de otros temas, pero no te pregunté cómo estaba todo por ahí con la segunda ola de COVID. ¿Cómo estás vos? ¿Cómo está tu familia? ¿Cómo están tus padres?¨, y después de mandarlo hice lo mismo con otra colega que vive en el norte y su madre es enfermera. Me acordé que ella había dicho que estaba preocupada por su mamá, ya que era una persona de riesgo y tenía que ir a trabajar todos los días al hospital. Eso la debería tener un poco angustiada, así que le grabé un mensaje, se lo mandé, y sin esperar una respuesta rápida, cerré todo y me fui a casa a descansar.

Al otro día ambos me respondieron con largos mensajes de audios. Los dos muy sorprendidos por mi pregunta, pero sobre todo muy agradecidos. Me hablaron de sus familias y me contaron detalles de sus vidas que me dio mucho placer conocer. Ambos me preguntaron por mi situación, así que les conté yo también. Lo más interesante de todo es que me sentí muy bien mientras lo hacía. Una sensación rara, porque visto desde afuera pensaría que es algo artificial. Pero no, todo lo contrario, fue simplemente como abrir una puerta que siempre estuvo ahí, en cada charla, pero que ninguno se había animado a preguntar qué había del otro lado.

Feliz con los resultados de esos dos mensajes decidí mandar otros dos, esta vez a amigos que viven en España. ¨¿Cómo está todo por ahí? ¿Cómo está tu familia? ¿Tu viejos como la vienen llevando? ¿Y vos?, contame cómo estás vos con la pandemia.¨ Y después de recibir sus respuestas -ambos muy agradecidos y felices de recibir mi audio- mandé otros dos mensajes. Uno de esos para mi hermana que vive lejos y si bien hablamos con frecuencia, hacía mucho que no le preguntaba cómo se estaba sintiendo. Y la respuesta no tardó en llegar. Así que mandé otros dos mensajes, y después dos más. Y dos más. Y otros dos, y así hasta llegar al día de hoy con 50 mensajes enviados en 33 días.

RESULTADOS

Si bien lo más interesante está relacionado al contenido único de cada uno de esos mensajes, comparto algunos datos curiosos que pueden ayudarnos a entender el impacto de un simple mensaje por whatsapp.

De los 50 mensajes iniciales que mandé, el 84% respondió.

Solo 8 personas no dijeron nada. Pero 2 de esas 8 nunca recibieron el mensaje, lo sé porque whatsapp te avisa.

Otro dato importante es que 4 de esas 8 personas que no respondieron son desconocidas, números que al azar puse en mi celular y les mandé un mensaje preguntando cómo se sentían, aclarándoles que yo no los conocía, pero que me interesaba saber si estaban bien.

De los 50 mensajes que mandé, 15 fueron para números desconocidos de cinco países diferentes (El 30% del total). O sea que de las 15 personas desconocidas a las que le pregunté cómo estaban, cómo se sentían, 11 me respondieron (El 73% de los los desconocidos respondieron). 😁

El 76% de todos los que respondieron (84%) me preguntó cómo estaba, cómo me sentía yo. A todos les respondí, y el 89% me respondió de nuevo, entablando así un cruce de cuatro idas y vueltas. Un diálogo.

Con el 54% de los que mantuve un diálogo de al menos 4 mensajes intercambiados, superé los 10 intercambios (cinco de ida y cinco de vuelta).

Con todos estos el tema de conversación cambió después del mensaje 4, explorando otros asuntos como ¨la vida¨, ¨series¨, ¨gastronomía¨, ¨lecturas¨ y ¨trabajo¨ o ¨familia¨, principalmente hijos.

Recibí un total de 63 minutos de audios (como respuesta a mi primer mensaje). No todas las respuestas fueron en audio. Un 30% aproximadamente me respondió con mensajes de texto. Y algunos sólo con emojis 👍 💙 🙌.

De las 42 personas que respondieron, 3 de ellas noté claramente que se habían emocionado o sensibilizado al punto tal de llorar.

19% de los que respondieron me hablaron de un familiar cercano que había perdido la vida durante el COVID (padre, madre, suegro, primo, tío).

No pude calcularlo con exactitud, pero me animo a decir que el 90% de los que respondieron hablaron de la muerte (ya sea directa o indirectamente). ¨Vacunas¨ y ¨gobierno¨ fueron dos palabras que se repitieron mucho.

CONCLUSIÓN

Bueno, hasta acá llegué. Yo sé que podríamos analizar las palabras que se usaron, la vibración de la voz, la velocidad que tardaron en responder y miles de cosas más que son posibles de analizar en muestras como estas, pero creo que no es necesario. No al menos para mi. Si bien terminé transformándolo en un experimento, lo hice porque me resultó muy sorprendente, y me ayudó a ver con mucha claridad el poder que tiene la empatía, así sea a la distancia, por chat y hasta con un desconocido.

El experimento se acabó pero los mensajes siguen. Cada día envío por lo menos 1 mensaje a alguien (conocido o no) preguntándole como se siente, cómo está.

Hace un par de días conocí a Zulma, tucumana, de 74 años. Hoy me mandó foto con su nieto Hector. La foto la sacó él. Zulma está en el palier de su casa, atrás del video de la puerta de entrada. Hector, desde la vereda, se baja un poco el barbijo para mostrar la sonrisa. ¨¿Vos tenés hijos?¨, me pregunta Zulma. ¨¿Estás casado?¨.

… A FIN.

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